2011/05/18

Psicología del Capitalismo

Por Pedro Jara Vera



Al irrumpir la actual crisis económica en el mundo se empezó a hablar ampliamente de una crisis estructural del sistema capitalista imperante, de un agotamiento del modelo, del comienzo de una nueva era en la organización del trabajo y de los sistemas de producción y consumo, del inicio de un obligado y profundo cambio de valores en la sociedad. Ahora, tras ir constatando el tipo de medidas que los estados y los mercados vienen poniendo en marcha para abordar el hundimiento, queda claro que el sistema ha optado por una huída hacia delante: no por una reformulación más humana del capitalismo, sino por un recrudecimiento del mismo; no por un cambio sustancial de valores, sino por una aplicación más cruel de los valores anteriores de “sálvese quien pueda”, competitividad y máximo beneficio caiga quien caiga, donde todos los valores acaban siendo sepultados por el económico; ha optado por un “apalancamiento” de los que están en la parte alta de la pirámide a costa de una mayor defenestración de los que están en la parte baja. La filosofía capitalista se fundamenta en la filosofía del éxito y la competitividad, que en definitiva es la filosofía del egocentrismo y la ambición insaciable. El sistema capitalista resiste así contra viento y marea, aplicando ante la dificultad “más de la misma medicina”. En este sentido, como en otros muchos, la psicología del sistema no es en esencia diferente a la psicología del individuo.
Una de las características peculiares del ser humano respecto de otras especies es que abusa de todo. El ser humano es una especie abusiva, y esta característica intrínseca de nuestra estructura egótica es la que puede conducirnos al abismo. ¿Preferiremos destrozar nuestra vida progresando que sanear nuestra vida regresando a la sencillez? Resulta obvio que el concepto de “progreso” es bastante más fácil de entender que el de “mejora”, y también parece obvio que ambos son peligrosamente confundidos. La psicología del sistema capitalista padece las mismas carencias (y también las mismas excusas y auto-justificaciones falaces) que la del individuo más torpe, y una de esas características centrales es la Miopía Mental y la consecuente acción corto-placista. Ejemplifiquemos: No hace mucho tiempo que saltan a la luz los escándalos de Afinsa y Forum Filatélico, que son intervenidos por el estado bajo la acusación central de constituir sistemas de economía piramidal intrínsecamente caducos, sin fundamentos que los sostuvieran de un modo estable. Abramos la mirada y preguntémonos: ¿y acaso todo el sistema capitalista en sí no es en esencia un gran y complejo sistema piramidal? El primer mundo tiene el sistema de vida que tiene porque, aunque muchos nunca piensan en él cuando se habla de estado del bienestar y de que vivimos mejor que antes, hay tercer mundo (el cual no necesita tanto que le demos como que no le quitemos; no se trata tanto de lo que hay que hacer con él como de lo que hay que dejar de hacer, que es dejar de utilizarlo como la parte más baja de la pirámide), existen ricos porque existen pobres y clase media, todo fluye esencialmente de abajo hacia arriba desde el expolio de los recursos energéticos y humanos. Pero la gran diferencia con las pirámides de la filatelia, o tantas otras, es que el periodo temporal para que toda la pirámide mundial reviente es tan largo que casi nadie quiere verlo, ni “empezar a ponerle el cascabel al gato”, ni renunciar a su comodidad y su escalafón…
Han empezado a sonar, aún con poca fuerza, las voces que reclaman un decrecimiento controlado tanto en el consumo energético como en el poblacional, más que un crecimiento sostenible. Porque resulta un hecho incontestable que el único crecimiento verdaderamente sostenible e inacabable es en definitiva el inmaterial (el de la educación, el de la cultura, el de la felicidad…). Por lo demás, cabría hacer una especie de silogismo lógico:
1º El globo terráqueo es geográficamente limitado.
2º La población mundial y el consumo que ésta realiza crecen de continuo.
3º Habrá un momento, cercano o lejano, en el que necesariamente habrá que dejar de crecer.
¿Y cómo identificaremos ese momento?, ¿cómo sabemos que no fue superado hace mucho tiempo?, ¿es necesario llegar al extremo para cambiar el paso?, ¿es la ambición intrínseca de nuestros sistemas económicos acaso incompatible con esta comprensión? No se trata de preguntas sencillas, ni cómodas, ni populares. Así que más que probablemente pasen de largo sin pena ni gloria, sin la atención, reflexión y debate que considero que merecen. Mi impresión como terapeuta de la mente es que el mundo aún no se encuentra en su conjunto lo suficientemente mal como para abrir los ojos, hacer renuncias, cambiar valores arraigados y revolucionar sus paradigmas de funcionamiento. Todo ello requiere tal grado de comprensión, tal nivel de conciencia, tanto esfuerzo, que “mejor dejar que las generaciones siguientes lo inicien, aunque entonces el esfuerzo para ellas tenga que ser mayor. Balones fuera”. El mundo es como un individuo que sólo acude a terapia y está dispuesto a seguir el esfuerzo que ésta requiere cuando sufre demasiado y ya se encuentra al borde del abismo, a menudo con difícil solución. No invento nada; lo he visto muchas veces. La mente del sistema capitalista, como la de cualquier sistema, no es en esencia diferente a la mente de los individuos que mayoritariamente lo conforman, de ese tipo de persona que todos los días se sienta ante mí: quiere cambiar y también no quiere; quiere el resultado pero se resiste a aplicar el método; se queja de lo que le va mal pero se resiste a lo que hay que hacer para que pueda ir profunda y duraderamente bien; renuncia a la felicidad duradera a cambio del placer y la comodidad inmediatos; prefiere sentirse de cualquier modo importante y especial que sentirse feliz, y prefiere tener razón que tener paz; cuando se encuentra algo mejor cree que puede abandonar sin riesgo la terapia…
Es por todo ello que en mi libro de reciente publicación, Adicción al Pensamiento, no envío ningún mensaje a la sociedad ni al sistema, sino al individuo. Es por ello que hago una defensa de cómo sólo una revolución psicológica individuo a individuo, una verdadera revolución de la consciencia que el mundo aún no ha realizado de un modo amplio, puede sustentar un cambio real, profundo y sostenible de los grandes problemas no sólo económicos, sino de toda índole, que aquejan a la humanidad, más allá de absurdos localismos y nacionalismos que sólo reflejan la referida miopía de la mente colectiva. Considero que hay un mensaje necesariamente previo al tan de moda “¡indignaos!”, y es “¡despertad!”.
 Parte del libro adiccon al pensamiento de Pedro Jara, pueden encontrar mas informacion es este enlace:  http://pedrojara.es/blog-2/

2 comentarios:

  1. Excelente artículo espero poder alcanzar ese nivel de escritura en mi blog, en poco tiempo. Los felicito por su blog y página y a priorizar al individuo antes que los sistemas. Ya han llegado a su caducidad pero crear otro no será tan fácil, pero no imposible. Sigan así

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  2. gracias Shadow, primero este articulo no fue mio, es muy interesante, yo tambien espero que mi libro se igual o mejor al del doctor Pedro Jara

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